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¿Cómo controlar la ira en una presentación en público? | Presentable.es – Presentaciones eficaces, Presentaciones creativas

Por Roger Prat

En ocasiones, deseamos reaccionar con agresividad ante las palabras o preguntas malintencionadas de alguien y dar rienda suelta a nuestra ira.

Hoy mismo he tenido ese impulso en el despacho de mi jefe (y no es la primera vez).

Sin embargo, esa opción, por lo general, no acostumbra a beneficiarnos en nada y, en cambio, puede perjudicarnos seriamente.

En una presentación convencional, en la que el público permanece en silencio durante tu discurso, esa posibilidad se reduce sólo al turno de preguntas y respuestas. Pero a diferencia de otros casos, la presencia de más gente en la sala hace que la habilidad de contenernos sea todavía más importante.

Caer en la malvada trampa de una pregunta con malas intenciones puede ponernos a toda la audiencia en contra. Luego…

¿Cómo podemos controlar la ira en una presentación en público?

Por lo general, para revertir este tipo de situaciones es necesario que ocurran dos cosas: conseguir apaivagar nuestro enfado, y conseguir también apaciguar a la persona que nos lanzó el dardo envenenado.

Serénate

Lo mejor para controlar tu ira es hacerla desaparecer. Calmarte. Algo fácil de decir pero no siempre evidente en caliente.

Lo mejor es respirar hondo. Una buena (o 2 o 3) respiración abdominal. Hace unos dos años y medio vimos la explicación fisiológica de por qué la respiración es fundamental para calmar los nervios y te di 10 ideas para reducir los nervios respirando durante nuestras presentaciones.

También funciona la mítica idea de Contar hasta 10 o más, según el enfado.

Y también se recomienda tener pensamientos positivos o repetirse a sí mismo palabras del estilo “mantén la calma” o “lo puedo controlar” para autoconvencerte de que puedes revertir la situación.

Todas estas ideas o recursos funcionan, pero tienen un inconveniente: necesitas tiempo para poder aplicarlas. Y cuando tu eres el centro de todas las miradas, no puedes tomarte todo el tiempo que quieras. O por lo menos no puedes hacerlo así sin más.

¿Cómo ganar tiempo ante una pregunta malintencionada?

La mejor opción, aunque no siempre es posible, es aplazar la respuesta.

Si la pregunta se desvía del tema o, directamente, no viene a cuento. O si es una pregunta que perfectamente puedes permitirte anunciar a la audiencia que se la responderás más adelante por mail, excúsate con la persona que la lanza y emplázalo a hablar de ello al terminar la presentación (o en otro momento).

Pero eso no siempre vas a poder hacerlo. Así que, ¿de qué otras formas puedes ganar tiempo?

Repite la pregunta o pide a la persona que la repita. Incluso puedes solicitar que aclare algún aspecto de la misma, aunque la hayas entendido perfectamente.  Eso te dará el tiempo suficiente para respirar, contar hasta hasta 10 e incluso pensar en la respuesta.

También, según el caso, puedes extender la pregunta al resto de la audiencia. Eso también te va a dar tiempo y, además, vas a promover que quien hizo la pregunta sienta que ya no se enfrenta sólo a ti (lo que puede rebajar un poco su actitud desafiante).

Rebaja la tensión con la Técnica del espejo

Aparte de calmarte a ti mismo, es importante conseguir hacer lo mismo con la persona que te lanzó la pregunta.

Seguramente en su caso lo que experimente no sea ira (pues habrá podido pensar premeditadamente la pregunta con tiempo), pero seguramente habrá tensión e incomodidad en ella.

Una técnica que se recomienda para generar confianza con tu interlocutor es la Técnica del espejo.

Como muy bien explica Marina Fernández en un artículo, consiste en imitar los gestos del interlocutor para que al sincronizarlos con los suyos se genere un clima de confianza que rebaje la tensión.

Hay que tener la precaución de imitar sólo los gestos principales y de forma muy natural para evitar que el interlocutor se de cuenta, ya que eso sólo haría que irritarlo todavía más.

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Cómo presentar conceptos abstractos sin perder el público en el proceso

Amor, emoción, intriga, felicidad, armonía, melancolía, celo, inseguridad… Cualquier persona de cierta edad puede decir que ha experimentado alguna de estas sensaciones. Son parte de ser humano, son parte de vivir. Por ello las entendemos y nos es fácil identificarnos cuando alguien habla de alguna de ellas.

Pero, ¿cómo las describirías a alguien que nunca las hubiera experimentado? ¿Y qué pasa con otros tantos conceptos que no son tan evidentes como “la nada”, “el vacío” o “el alma”? Estas preguntas pueden ponernos entre la espada y la pared.

Lo concreto vs. lo abstracto

¿Qué tienen en común cada una de las palabras enumeradas más arriba? Son conceptos abstractos.

Lo abstracto es etéreo, inmaterial y, por tanto, difícil de visualizar y comprender a la primera de cambio. Es exactamente lo opuesto a lo concreto que sí es físico, palpable y demostrable con el simple hecho de enseñarlo. Contrario a los conceptos abstractos, lo concreto lo conoces porque lo has visto. Y si no lo conoces, basta con sacar una muestra y ésta se queda grabada para siempre en tu memoria.

Desde un punto de vista práctico, lo normal es que, para salir adelante en el mundo empresarial o con tu propio negocio, no tengas que explicar a nadie desde cero ninguna de las ideas comentadas en la primera línea (salvo que seas psicólogo, guía espiritual o similar). Pero, en un mundo movido por la tecnología y la propiedad intelectual, hoy más que nunca es necesario poder transmitir ideas y conceptos a priori difíciles de entender, porque están por todas partes. Desde software a responsabilidad social corporativa. Desde retorno de la inversión, hasta compromiso con una causa.

Hoy más que nunca es fundamental ser capaces de definir, describir y explicar de manera sencilla una larga serie de conceptos abstractos para poder asegurar inversión para tu start-up, para motivar al personal de tu equipo, para convencer a los demás de adoptar tus ideas, casi con independencia del ámbito en el que te desenvuelvas. Pero, ¿cómo hacerlo?

¿Cómo presentar conceptos abstractos y lograr que nos entiendan?

Lo primero es tener clara la diferencia entre concreto y abstracto. Si puedes tocarlo, es concreto. Si no, es abstracto.

Luego, entender que lo que a ti te parece sencillo, lo es casi con total seguridad porque llevas horas de práctica y páginas a la izquierda que lo han hecho parte de tu ser y de tu identidad. Pero esto no es así para los demás y lamentablemente, nos cuesta tomar conciencia sobre este asunto.

Partiendo de esta base, lo más importante a la hora de presentar conceptos abstractos es buscar la manera de que el mensaje sea claro y sencillo, encontrando asociaciones con aquellas cosas concretas que son familiares a las personas ante las que presentas.

¿Cómo simplificar un concepto abstracto para poder presentarlo de manera efectiva?

Yo sugiero, al menos, cuatro recursos.

1. METÁFORA

Es una comparación que facilita la comprensión de un concepto. Es una figura retórica que busca lograr una asociación entre aquello que nuestro interlocutor conoce con el nuevo concepto desconocido. Al entender la relación, entiende el nuevo concepto.

“La nada es como un huevo sin cáscara, sin yema y sin clara.”

2. EJEMPLO

Ofrece un caso real y de la vida cotidiana relacionado con el concepto tratado. Por lo regular, un ejemplo hace que el oyente genere sus propias imágenes mentales de lo ocurrido, facilitando el entendimiento por sus propios medios.

“Retorno de la inversión: El mes pasado pagamos 4.000€ por publicar un banner en la web del periódico local y esto nos ha reportado un volumen de ventas de 100.000€. Tras invertir X hemos obtenido un retorno Y.”

3. AYUDA VISUAL

Es utilizada típicamente para facilitar el entendimiento de temas complejos. Acerca lo abstracto a lo concreto. Es efectiva porque permite a quien escucha acceder a más de un sentido (auditivo + visual), lo que proporciona una experiencia más amplia.

Una foto proyectada, un dibujo bosquejado a mano y al momento, o un objeto mostrado durante la presentación.

4. HISTORIA

Es como la versión larga del ejemplo, provista de numerosos detalles que la hacen mucho más efectiva que cualquier explicación teórica. Haciendo uso de los otros recursos mencionados arriba y sumándole el toque emocional y el proceso para la resolución de un conflicto, metemos al oyente dentro de ésta, y éste es capaz de montarse su propia película y así encontrar por sí mismo el sentido a la idea que intentamos trasladar.

Estamos rodeados de cosas concretas. Basta con ver y tocar para comprobarlo. Pero también estamos rodeados de ideas abstractas aunque no las veamos, aunque no las comprendamos. Y su entendimiento puede enriquecer nuestra visión de las cosas,  de la vida y de los negocios.

Sea para uso profesional o personal, usa estos cuatro recursos y podrás presentar conceptos abstractos de manera eficaz y así lograr que los demás tomen acción sobre tus ideas.

La glosofobia: el miedo a hablar en público que frena nuestro desarrollo profesional

Uno de los fenómenos que más interés ha despertado en las últimas semanas ha sido la glosofobia. Muchos de nosotros nos hemos sentido identificados con el miedo incontrolable que han sufrido Pastora Soler o Joaquín Sabina en sus últimos conciertos. De hecho, “se estima que un 75% de la población sufre algún sentimiento de ansiedad y nerviosismo al hablar en público”, tal y como afirma Susana Sosa, directora de Servicio de Adecco Professional. Sudoración, náuseas o ritmo cardíaco elevado suelen ser los síntomas físicos de esta crisis.

La capacidad para expresarnos correctamente y transmitir un mensaje se convierte en algo esencial no solo en las situaciones personales, sino también en las profesionales. Se trata de una fobia ligada especialmente a posiciones comerciales o directivas y hoy en día también a cualquier profesional que tiene la necesidad de comunicarse tanto interna como externamente.

El sistema educativo español no potencia el desarrollo de estas habilidades. Los grandes expertos nos hablan de que el 90% del éxito de un buen discurso o presentación tiene que ver con el método y sólo un 10% es innato. Según datos del Observatorio de Innovación en el Empleo (OIE), promovido por Adecco, 6 de cada 10 universitarios consideran que el salto hacia el mundo laboral es demasiado grande. De este mismo informe del OIE, también se desprende que, por lo general, los jóvenes consideran que la formación recibida tanto en la universidad como en las escuelas de Formación Profesional es inadecuada.

Los datos en cuanto a las dinámicas de grupo son aún más alarmantes: alrededor del 85% de los jóvenes no ha recibido ningún tipo de información acerca de esta técnica de selección de personal, siendo aún mayor el desconocimiento que manifiestan los estudiantes de Universidad pública y de FP (86% cada uno), frente al 67% de los alumnos de la Universidad privada.

En cualquier caso, los estudiantes esperan ser formados a la hora de reforzar habilidades como la iniciativa, la capacidad de negociación y la capacidad de resolución de problemas. Sin embargo, esas expectativas no siempre no se cumplen.

La glosofobia, perjudicial para la empresa

Uno de los aspectos clave en el triunfo de un buen negocio es que los empleados sean buenos comunicadores. La oratoria es una herramienta clave para la negociación con los competidores, con los proveedores y hasta con los propios empleados de la empresa, así como para la persuasión de posibles clientes. Por eso el secreto del éxito de una empresa está en que todos los empleados sepan conectar con el público para transmitir confianza. Desde el punto de vista empresarial, hay un déficit en la formación de los titulados en aspectos clave, pero también en habilidades que a medio plazo van a definir el éxito profesional de un recién titulado, según datos del OIE.

La glosofobia constituye un grave problema para las empresas. Tener capacidad para comunicarse, persuadir y hacer llegar de forma clara su mensaje a los otros es una característica imprescindible para cualquier ejecutivo. Por este motivo, crear grupo de charlas podría ayudar a sus empleados a hacer frente al miedo a hablar en público. Que el empleado se sienta seguro tendría que convertirse en uno de la formación básica de los trabajadores.

¿Cómo hacer frente a esta fobia?

Las empresas juegan un papel crítico en la curación de esta fobia. Pueden y deben ayudar a sus empleados a formarse en este tipo de competencias, evitar por todos los medios que aumenten las sensaciones de inseguridad y ayudar a fomentar la compresión y, por tanto, huir de la crítica. Expertos señalan que los españoles somos excesivamente censores con los demás y también con nosotros mismos.

Existen formaciones específicas y muy a medida para entrenar estas competencias, pero igualmente hay siempre un método transversal: la preparación. “Preparar el discurso con personas de confianza, no tener miedo a la crítica y adelantarse y saber juzgarse uno mismo” es uno de los consejos que Sosa recomienda. Otro de los métodos que pueden ayudar a evitar ese miedo es la práctica. Cuantas más veces se ensaya un discurso, mayor dominio se tendrá sobre éste, algo que te proporcionará mayor naturalidad y soltura a la hora de presentar. Es importante memorizar la introducción, la conclusión y las ideas principales para causar un mayor impacto a nuestros oyentes pero nunca memorizar todo el texto ya que corremos el peligro de poder perdernos en el discurso.

vía :: La glosofobia: el miedo a hablar en público que frena nuestro desarrollo profesional ::.

Hablar en público: preparar el discurso de forma diferente

¿Cómo haces a la hora de preparar el discurso cuando tienes que hablar en público? Imagino que procedes del siguiente modo. Primero determinas el tema del que tienes que hablar. No importa cuál, pero este es el primer paso. Una vez que ya sabes cuál es, el segundo paso lógico será el de buscar información, ¿no es así? Y cuando ya la tengas, entonces dedicas un tiempo a organizar dicha información.

¿Cómo sé que esto es lo que haces? Porque es lo que nos han enseñado desde la escuela y como alumnos disciplinados que somos no nos movemos ni un ápice de este método. Este método es magnífico para aburrir a la audiencia. ¿Por qué? Porque, entre otras cosas, lo único que haces es trasmitir datos, con más o menos gracia, y nada más. ¿Entonces? Entonces piensa en otro modo de hacer las cosas.

Parto de la premisa de que el tema ya lo tienes. Te han pedido que hables de contabilidad o de inteligencia emocional o de lo que sea. Ya tienes el tema. Ahora tienes que preparar el discurso. Lo fundamental es que pienses en los objetivos. ¿Qué quieres que tu audiencia piense, sienta o incluso haga? En otras palabras, ¿por qué los que te escuchan van a darte media hora o una hora o sesenta horas de su vida? ¿Qué van a ganar? ¿Qué van a conseguir? Hasta que no respondas a estas preguntas, no tienes nada.

Una vez que tengas los objetivos, busca la información que te permita alcanzarlos. No todos los datos son relevantes. Pero, ¿qué pasa si el tema es novedoso para ti y te es complicado formular los objetivos? Entonces busca información, pero con el objetivo de descubrirlos. Estos dos pasos, en ocasiones, son un proceso interactivo, uno afecta al otro. Y una vez que los tengas sigue con la secuencia indicada: determina qué información es relevante para conseguirlos.

Tercer y último paso. Ahora piensa en cómo vas a realizar tu charla y siempre en términos de persuasión. ¿Cómo vas a presentarla? Para que interese desde el primer momento, para que atrapes a tu audiencia desde el primer instante, para que causes el mayor impacto posible. También hay métodos que conviene saber y dominar. Pero piensa siempre en términos de objetivos, de lo que quieres que el otro piense, sienta… y, por supuesto, estos objetivos deben de tener en cuenta sus necesidades, sus deseos.

Ahora que ya tenemos los primeros apuntes básicos sobre cómo preparar el discurso, la pregunta es… ¿cómo empezamos nuestra intervención?

vía Hablar en público: preparar el discurso de forma diferente.

Aprende a sintetizar para dirigir la atención del público – Declamatoria

Por Sebastián Lora

gatoHace unos días, mientras cenaba con mi amigo Fermín, éste me dijo:

“Yo, de lo que menos dispongo, es de tiempo.”

El tiempo es uno de los bienes más preciados del ser humano de hoy. Por obligación o por propia iniciativa, estamos metidos en tantas cosas que nuestra agenda diaria parece el listado de programas de la tele. No hay huecos libres.

Por esta razón, vamos por la vida con una prisa impresionante. Y todo aquello que mínimamente parezca que nos hace perder el tiempo lo desechamos.

El tiempo disponible para hacer presentaciones no es infinito

Cuando tenemos reuniones de trabajo, presentemos un proyecto o, en general, hablamos en público, estamos ante un grupo de individuos cuyas agendas también están bastante pobladas (a veces más que las nuestras). Su presencia en nuestra presentación (por obligación o iniciativa propia) implica poder sacar valor suficiente como para poder continuar haciendo su trabajo de manera efectiva.

Pero como solemos andar siempre con prisa y tener cosas mejores (o urgentes) que hacer, asistir a tal reunión es, por lo general, más un engorro que otra cosa.

En el momento en el que el ponente comienza a irse por las ramas y a no dejar muy claro de qué va el asunto, los participantes, por su parte, comienzan a sentir que la reunión o la presentación son una pérdida de tiempo. Inmediatamente comienzan los resoplidos, las miradas pasan a los aparatos móviles, y la atención desaparece del tema en cuestión.

Para dirigir la atención del público hay que darle un mensaje bien masticado

La sensación de pérdida de tiempo ocurre cuando quienes escuchan no tienen claro de qué va la presentación. Cuando el ponente habla de manera desestructurada abriendo varios frentes a la vez. Y cuando esto ocurre, es porque éste no tiene el tiro demasiado afinado. No lo tiene claro.

Albert Einstein decía:

“Si no puedes explicarlo de manera simple, es que no lo entiendes lo suficiente.”

Si no puedes resumir tu presentación en una sola idea, es porque no la tienes lo suficientemente clara.

Para ir al grano hay que saber sintetizar

Durante mis cursos, cuando hablo de la importancia de tener un mensaje único que sea corto, claro y directo, me refiero a la necesidad de sintetizar. El ser capaces de reducir al mínimo una idea sin que ésta pierda su esencia es una tarea muy útil. Por un lado (1) demuestra que conocemos el tema a fondo. Por otro lado, incluir tal síntesis en el discurso (2) facilita el entendimiento y el posterior recuerdo.

Por ello, hacemos siempre un ejercicio de síntesis. Les digo que en la siguiente diapositiva voy a proyectar un mensaje y que deben resumirlo en un máximo de 15 palabras, siempre teniendo en cuenta un público específico y un objetivo. Una vez conseguido el cometido, deben llevarlo a un máximo de 5 palabras.

¿En qué ayuda esto?

Hace que piensen profundamente en su mensaje, lo analicen, lo digieran…

Hace que reflexionen sobre el público que va a escucharlo y lo que sacará éste de dicho mensaje.

Hace que formulen el mensaje resumido en términos de ese público y de un objetivo claro.

Cómo sintetizar un mensaje a su mínima expresión

Justo pasada esta frase encontrarás dos párrafos procedentes de la web de Airbnb, el portal P2P de alquiler de viviendas vacacionales.

“Airbnb es un mercado comunitario de confianza en el que la gente publica, descubre y reserva alojamientos únicos en todo el mundo, ya sea desde su ordenador o desde su teléfono móvil.”

“Airbnb les proporciona la forma más sencilla de ganar dinero alquilando su espacio y permite mostrárselo a millones de personas que pertenecen a una gran comunidad que no deja de crecer.”

¿Cómo resumirías ambos párrafos en un máximo de 15 palabras? No hace falta que uses las mismas palabras; puedes cambiarlas siempre que se mantenga el contexto.

Insisto que hay que tener claro quién es el público (Ejemplo: propietarios de viviendas susceptibles de ponerlas en alquiler) y el objetivo que queremos alcanzar (Ejemplo: lograr que se den de alta para poner sus casas en alquiler).

Piensa, reflexiona, analiza…

¿Lo has hecho ya? ¿Tienes tus 15 palabras? ¿Y 5?

A mí me salen las siguientes frases:

Máximo 15 palabras

“Gana dinero con tu casa de manera sencilla y segura ofreciéndola a millones de personas.”

Máximo 5 palabras

“Dinero fácil con tu casa.”

No hay una respuesta única a este ejercicio. Todo es relativo, cada persona es un mundo. Pero, sobre todo, la combinación específica del público que escuchará la ponencia y el propósito de ésta, harán que sinteticemos de una manera o de otra.

Lo importante es poder llevar nuestro mensaje a su mínima expresión. Porque nuestros interlocutores tienen prisa. Y, mientras más rápido entiendan de qué va el asunto y qué pueden obtener a cambio de escucharnos, más agradecidos estarán. Y ese agradecimiento lo demostrarán en forma de atención a nuestro mensaje.

Y, mientras más corto y claro es el mensaje, más fácilmente podrá el público entenderlo, retenerlo y tomar acción sobre éste.

¿De qué otra manera logras dirigir la atención de tu público? ¿En qué otros aspectos crees que ser capaz de sintetizar tu mensaje es de utilidad?

vía Aprende a sintetizar para dirigir la atención del público – Declamatoria.

¿Qué tipo de miedo sientes al hablar en público? | Declamatoria

Por Sebastián Lora

En una entrada pasada hablamos sobre cómo nuestro instinto de supervivencia, diseñado para reaccionar ante potenciales amenazas de muerte, no ha evolucionado a un instinto 2.0. Ante un peligro, generamos la suficiente adrenalina para correr o luchar.

Esa falta de actualización de software es la que nos impide entender que hablar en público no supone un peligro de muerte. Y por eso nos tiemblan las piernas, las manos y la voz cuando tenemos que dirigirnos a grupos de personas.

Pero no es tan sencillo. No todo el mundo reacciona de la misma manera en circunstancias de este tipo. Ya sea por tener tablas suficientes como para controlar bien el tema o para sentirse con mucha mayor autoridad que el público, hay quienes no sufren los mismos impulsos que la mayoría de los mortales.

Dos tipos de miedo a hablar en público

Sacando este grupo de la ecuación, quedamos los demás. Ésos que lo pasamos mal. Todos nosotros podemos pasar por dos líneas de pensamiento a la hora de sentir miedo a hablar en público.

1. Miedo porque sé que lo haré mal

Ocurre cuando no dominamos el tema (y sabemos que el público tiene ciertas nociones al respecto) o cuando no estamos lo suficientemente preparados. Es decir, cuando no hemos planificado con cabeza, preparado con esmero y ensayado con dedicación. No estar lo suficientemente preparado es camino seguro hacia la perdición.

Pero este miedo desaparece en el momento en el que sabemos que nos hemos preparado correctamente y hemos practicado hasta lograr que el guión salga de manera fluida.

2. Miedo por querer hacerlo bien

Es el miedo positivo. Es la ansiedad que sentimos en forma de mariposeo estomacal porque, sabemos que, aunque estamos bien preparados, nos la jugamos y por ello queremos que salga bien.

Lamentablemente, esta ansiedad miedo no desaparece nunca. A pesar de ello, sí podemos aprender a controlarla. ¿Cómo?

Asegurándonos de prepararnos con tiempo, de manera que podamos descansar debidamente la noche antes sin tener que preocuparnos por terminar el PowerPoint y ensayar.

Haciendo ejercicios de relajación. Respirando de manera profunda mientras meditamos sobre dicha respiración.

Buscando amigos en la sala. Esas sonrisas que no se atreverían a juzgarnos negativamente y que nos ayudarán a superar ese primer minuto tan complicado.

Forzando una postura de poder. Erguidos y sonrientes, enviamos señales de confianza a nuestro cerebro que terminan (poco a poco) convenciéndonos de que estamos en control.

¿Qué tipo de miedo sientes?

¿Cuál de estos dos miedos vives más a menudo?

Si es el primero, es hora de que comiences a hacer tus deberes de forma metódica. Verás como más del 50% desaparece de la noche a la mañana.

Si es el segundo, no te preocupes. Siempre que hayas solventado el punto anterior, lo demás es gestionable. Y, a medida que vayas adquiriendo tablas, será más y más llevadero.

vía ¿Qué tipo de miedo sientes al hablar en público? – Declamatoria.

3 secretos para combatir el miedo a hablar en público, a los aviones y a los bichos – Declamatoria

Por Sebastián Lora

miedo¿A qué le tienes miedo?

Fobias hay para todos los gustos y todos los colores. Hay quienes tienen miedo a las arañas, a la oscuridad, a la profundidad del mar o incluso a los abueletes.

A mí me asustan las ranas. Tanto que un día rompí mi guitarra intentando protegerme de una. Triste (léase vergonzoso) pero cierto. Es lo que hay y sé que, mientras no lo enfrente, no lo superaré. Por suerte donde vivo No he visto ninguna.

Muy común es el miedo a volar. Conozco personas que lo padecen y me consta que lo pasan fatal cada vez que vuelan. Algunas evitan viajar a toda costa, o usar medios alternativos siempre que sea posible. Contrario al miedo a los anfibios, no ser capaz de subirse a un avión limita grandemente las posibilidades personales y profesionales en un mundo globalizado.

Superar el miedo a volar = Superar el miedo a hablar en público

Sinceramente, ninguno desaparece del todo. Lo siento. Pero hay técnicas para aprender a controlarlos y evitar que supongan un gran impedimento.

Hace unas semanas volaba a Berlín con Easyjet. Tras cansarme de escribir me puse a ojear la revista de abordo. En ésta encontré un pequeño artículo curiosísimo titulado “Olvídate del miedo”. Easyjet imparte cursos para perder el miedo a volar. Con una tasa de éxito del 95%, ofrecen técnicas y herramientas para combatir esta fobia sin importar cuan severa sea, y así ayudar a sus potenciales clientes a subirse en sus aviones.

Tres secretos para combatir el miedo a hablar en público y a subirte a los aviones

El formador, Lawrence Leyton suele decir a los alumnos “tú creas tu propio miedo” y, bajo ese precepto, ofrece tres pistas para combatir el miedo a volar.

Igual que aconsejo a mis clientes en cursos y sesiones de asesoramiento, éstas te servirán también para hacer presentaciones con seguridad y aplomo.

1. Elimina las películas mentales negativas

Cuando tenemos miedo solemos visualizar el peor escenario posible. Aprender a borrar esas imágenes mentales nocivas ayuda a liberar gran parte del estrés.

¿Te imaginas haciendo una presentación mientras se aproxima un tomate volador hacia tu cara, en cámara lenta? ¿O visualizas al público riéndose de ti y no contigo?

Sustituye esas imágenes por otras positivas en las que te veas haciéndolo bien y a tu público enganchado, atento y sonriente.

2. Ignora tu voz interior

Del mismo modo que nos machacamos con imágenes mentales, nuestro diálogo interior puede llegar a ser muy negativo, llevándonos a un estado emocional de miedo, incluso cuando no hay nada que temer.

¿Te suenan frases como: “no estoy preparado”, “no sirvo para esto”, “no me van a hacer caso”, “se van a burlar de mí”?

“Tanto si crees que puedes como si no, tienes razón” – Henry Ford

Sustituye esas frases negativas por otras que te llenen de fuerza, tipo “me va a salir genial”, “les va a encantar”, “me lo sé mejor que nadie”, y saldrás al escenario con mayor confianza.

3. Recuerda respirar

Según Leyton, no prestar la debida atención a la respiración puede, en casos extremos, llevar a la hiperventilación y hacernos sentir como si fuéramos a tener un ataque de pánico.

Una de las reacciones fisiológicas del miedo es la respiración rápida y entrecortada. Respirar profundo y despacio ayuda a liberar la tensión. Además, contar los segundos que pasan mientras inhalamos, mantenemos y luego exhalamos es una especie de ejercicio de meditación que sirve también para acallar el diálogo interior y apagar las imágenes mentales. Una solución redonda.

Tener miedo a los aviones, a las alturas, a los bichos o a hablar en público es un engorro. Pero salvo que sea un caso clínico, no hay nada de qué preocuparse, siempre que reconozcas que la única manera de salir adelante es enfrentarse a ellos.

Sigue estos tres consejos y, la próxima vez, enfrentarás tus miedos con mayor seguridad.

vía 3 secretos para combatir el miedo a hablar en público, a los aviones y a los bichos – Declamatoria.

Cuatro técnicas para improvisar en público | presentable.es

Por


Hace un tiempo tuve la oportunidad de asistir como invitado a una sesión del Prestigious Speakers Barcelona, un club de Toastmaster. Lo que más me sorprendió fue la parte en la que varios participantes debían improvisar discursos. Improvisar es algo que me parece sumamente difícil, de modo que le pedí a Sebastián Lora,  Presidente de Mallorca Wordsmiths Toastmasters y blogger sobre habilidades de comunicación en www.declamatoria.com
, que escribiera este post en mi blog.

Improvisar

No nos engañemos. Hablar en público es un reto, incluso tras una larga preparación y años de experiencia. Incluso siendo grandes conocedores del tema a tratar. Incluso tras haber hecho nuestros deberes y diseñado una ponencia que (a priori) responde perfectamente a las necesidades de nuestro público. Pero si esto es un reto, ¿dónde dejamos a la improvisación?

Improvisar parece cosa de superdotados

Siempre me han sorprendido los espectáculos de comedia de improvisación por la dificultad que suponen. Los miembros de la audiencia escriben sus temas preferidos (normalmente estrafalarios y retorcidos) y, a medida que se desarrolla la función, los protagonistas van sacando estos temas al azar e improvisan sobre éstos.

Tras mostrar mi estupefacción al respecto a un compañero de clase que, como pasatiempo, participa en una compañía de teatro de improvisación en Mallorca, éste me dijo que “todo es cuestión de práctica”. Y efectivamente, para lograr hacer reír a las personas con sus ocurrencias y justificar el coste de las entradas al teatro, los comediantes de improvisación deben entrenarse del mismo modo que lo hacen los atletas (aunque con ejercicios ligeramente distintos). Esto demuestra que, si bien hay quienes tienen facilidades especiales para divertir a los demás sin (aparente) preparación, improvisar medianamente bien no es un regalo divino limitado a un grupo selecto de individuos.

Es importante aprender a improvisar

A diario, nos vemos bombardeados con preguntas, peticiones, argumentos y reproches que requieren, no sólo de una mínima riqueza de vocabulario para poder contestar, sino también de la capacidad de pensar en frío y al instante de manera rápida y organizada que nos permita responder inteligentemente. En su libro “El camino fácil y rápido para hablar efectivamente”, Dale Carnegie establece que la capacidad de organizar nuestras ideas y hablar sin pensar es aún más importante que la de hablar tras una larga preparación. Desde un punto de vista pragmático, tiene toda la razón. Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto defendernos ante ataques verbales y contestar adecuadamente a preguntas difíciles y/o con doble intención? Por falta de práctica.

Y te preguntarás, ¿cómo se practica esto?

A esta pregunta no hay una sola respuesta, pero mi favorita es: apúntate a un club de Toastmasters.

Toastmasters es una asociación sin fines de lucro que, desde 1924, ayuda a las personas a desarrollar habilidades de comunicación argumentando que éstas son imprescindibles para el liderazgo a cualquier nivel. Presente en más de cien países (uno de ellos España), promueve un programa educativo en el que los participantes aprenden, sin profesores, con mucha práctica y dedicación, siempre acompañadas defeedback oral y escrito.

Una de las particularidades del programa es que incluye en cada reunión una sección dirigida a la improvisación llamada Table Topics (en español Asuntos de Mesa). Esta sección consiste en llamar al escenario a varios miembros del club, uno a la vez, para que den un mini discurso improvisado de entre uno y dos minutos, sobre temas sorpresa escogidos previamente por otra persona. ¿El propósito? Desarrollar en los miembros del club la habilidad de pensar y hablar sobre cualquier tema sin preparación previa, para ser capaces de presentar nuestras ideas de una manera clara y organizada en cualquier contexto.

Es desde luego la parte más emocionante de una reunión de Toastmasters ya que supone un potente chute de adrenalina, incluso tratándose de un ambiente libre de “peligros”. Pero es francamente útil porque con muchísima frecuencia nos vemos en situaciones en las que debemos hablar en público sin habernos preparado nada y esto nos entrena para hacerlo con soltura.

4 Consejos prácticos para improvisar

Tras tres años de Table Topics, he aprendido algunos trucos que podemos poner en práctica en nuestra vida cotidiana para salir airosos en contextos en los que no nos queda otra más que improvisar.

1.- Reflexionar antes de contestar

Parece obvio, pero no lo es tanto cuando estamos bajo la mirilla. Cuando se nos pide comentar sobre algo, vale más darse unos segundos para reflexionar brevemente sobre lo que vamos a decir y luego decirlo. No hacer esto y contestar de forma precipitada hará que, en gran parte de los casos, no contestemos tan bien como quisiéramos (en otros meteremos la pata hasta lo más hondo). Ciertamente, cuando somos los que hablamos, una pausa de tres segundos puede parecer una eternidad. No obstante, ésta nos permite, no sólo organizar nuestras ideas, sino también calmarnos y proyectar una imagen ecuánime. Y además, para quien nos escucha, tres segundos de silencio no son nada.

2.- Parafrasear la pregunta

Repetir la pregunta o cuestión sobre la que tenemos que hablar con nuestras propias palabras tiene varias ventajas. Nos gana tiempo para reflexionar sin la necesidad de prolongar el silencio más de la cuenta. Nos ayuda a entender mejor el tema que debemos elaborar. Aclara cualquier tipo de malentendido; si no hemos entendido bien, se notará en la paráfrasis y quien haya planteado el asunto se verá obligado a explicarse (lo que concede aún más tiempo para pensar).

3.- Asociar una anécdota al tema en cuestión

Ser capaces de encajar una historia de nuestra propia vida a aquello sobre lo que nos vemos obligados a hablar de forma improvisada cumple tres propósitos. Primero, nos ayuda a comenzar a hablar con seguridad y soltura. Nadie puede hablar mejor que nosotros mismos sobre nuestras propias historias y anécdotas. Segundo, la historia es el medio más efectivo para transmitir un mensaje. Permite captar y mantener la atención de quien escucha, y facilita la comprensión del mensaje. Tercero, a medida que narramos la historia, el mero hecho de hacerlo nos ayuda a que surjan otras ideas susceptibles de encajar con el tema central, permitiéndonos elaborar mejor nuestra respuesta improvisada.

4.- Pensar en una estructura de discurso

Del mismo modo que un discurso previamente planificado suele tener un propósito claro, las demás situaciones comunicativas (a mi juicio) también han de tenerlo. Por ello, ser capaces de plantear una estructura a la intervención improvisada (con introducción, cuerpo y conclusión) hará que nuestra intervención sea altamente efectiva (e incluso memorable). Mientras reflexionamos sobre lo que vamos a contestar, sacarnos tres palabras clave de debajo de la manga que estén relacionadas con lo que nos preguntan hará que podamos dar estructura a nuestra respuesta sin irnos por las ramas. Iniciamos con una breve anécdota, desarrollamos las tres palabras como cuerpo de nuestra repuesta, finalizamos con un resumen de estas tres, y voilà, un mini discurso.

Sí, suena muy fácil. Y desde luego no lo es tanto. De hecho es bastante complicado al principio. Pero como todo en la vida, esto requiere de práctica, y sólo si nos exponemos a situaciones de este tipo podremos practicar la improvisación. Por ello te recomiendo encontrar el club más cercano de Toastmasters y comenzar a practicar ya (en un ambiente seguro). Porque improvisar no es cosa de superdotados, pero mejor si nos pilla preparados.

Tomado de: http://www.presentable.es/consejos-practicos/4-tecnicas-para-improvisar-en-publico/

Cómo iniciar un discurso y perder al público en el intento | declamatoria.com

Sebastián Lora

Atención

¿Te suena esto?:

Buenos días. Mi nombre es Fulano de Tal, Jefe Comercial de Industrias X. Ante todo, muchas gracias por recibirme. Es un placer presentarles nuestra nueva línea de productos. Espero que mi presentación sea de su agrado…

Ésta es la manera más habitual de iniciar presentaciones en todo lo largo y ancho de la geografía mundial. Y así como típica es igual de aburrida, predecible y poco interesante. Es la fórmula más efectiva para hacer que quienes nos escuchan desconecten y pasen a modo “salva pantalla” al instante.

Las tecnologías y las redes sociales nos unen y separan a la vez. Acortan las distancias de muchos virtuales, aunque también nos alejan de otros tantos reales, mientras nos obligan a no aburrirnos. Estamos en la era de la falta de atención. Nunca había sido tan difícil captar y mantener la atención de las personas, ni tan fácil dejar de prestarla. En vista de ello, ¿cómo nos hacemos hueco en esa corta ventana de tiempo en la que nuestros oyentes ponen su radar sobre nosotros? Sólo hay una respuesta: Sorprendiéndoles.

¿Qué sorprende y capta la atención?

Lo diferente, lo novedoso, lo transgresor, lo políticamente incorrecto, lo que rompe con las costumbres y todo lo que va en contra del statu quo y de lo preestablecido.

¿Qué no sorprende y dispersa la atención?

Lo mismo de siempre, lo cotidiano, lo predecible, lo estandarizado, lo que sigue las reglas, lo tradicional y todo lo que sea menos interesante que el teléfono móvil, que la tablet o el MP3.

Lo penoso del caso es que, en muchas ocasiones, seguimos las reglas y buscamos cumplir ciertas expectativas simplemente “porque siempre se ha hecho así” y no nos cuestionamos el por qué de dichas costumbres. Por ello, dejamos a un lado la creatividad y nos mantenemos en un eterno estado de “lo mismo” desde el cual somos incapaces de sorprender a nadie. Esto cobra especial importancia a la hora de hacer presentaciones y queda en evidencia desde la introducción.

¿Cómo sorprenderlos y dejarlos con ganas de más?

Con un bombazo. Como hacen las películas: no muestran los créditos desde el inicio sino, más bien, comienzan con una escena que despierta la atención de los espectadores y marca el ritmo hacia el desenlace. Los créditos vienen justo después.

El bombazo dependerá de varios factores entre los que se encuentran principalmente la naturaleza del público (no es lo mismo un grupo de científicos que una clase de primer año de universidad), la personalidad del presentador (no es lo mismo un entusiasta extrovertido que un tímido introvertido; aunque ambos deban hacer presentaciones), y el contexto (mezcla entre la naturaleza del público y el lugar – no es lo mismo la presentación de los resultados trimestrales ante la junta de accionistas que un discurso motivacional dirigido a vendedores).

Las variables anteriores determinarán si el bombazo debe tender más hacia lo emocional o más hacia lo analítico. Probablemente no convenga empalagar a un grupo de empresarios con la historia de cuando perdí a mi oso de peluche, o agobiar a los graduandos bachilleres con un montón de estadística. Teniendo en cuenta dichas variables, hay que ponerle creatividad al asunto (entrelazando puntos emocionales y analíticos, en su justa medida) para poder dejarlos “tiesos” y con los ojos (y oídos) bien abiertos.

Cómo iniciar un discurso de forma impactante:

  • Pregunta retórica (o no retórica) – Pone a la gente a pensar desde el principio (o incluso a interactuar). ¿Por qué no somos capaces de alejarnos de las malas compañías?
  • Cita – Marca una línea de pensamiento y da un toque de credibilidad a nuestra charla (adicional al que ya hemos de haber creado con anterioridad). Es preferible evitar las citas muy usadas porque con ellas no sorprenderemos a (casi) nadie. También es recomendable citar a alguien con quien el público pueda identificarse. Warren Buffet dijo una vez que “sólo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo.”
  • Dato curioso – Despierta la curiosidad. Estudios recientes confirman que el 80% de la población trabajadora mundial no es feliz con su trabajo (dato obtenido de Zenhabits).
  • Frase controversial – Agita a las personas. El ochenta por ciento de entre vosotros no es feliz con su vida cotidiana (idea tomada del dato curioso anterior; a seguir elaborando).
  • Historia – Es el medio más efectivo para mantener la atención de las personas porque estamos diseñados para aprender escuchándolas.  Hace unos años, cuando todavía era joven y aventurero, conocí a una persona que cambiaría el rumbo de mi vida…

[Importante: Todos estos recursos deben ser relevantes al tema central. Todo lo que no apoye y sume al mensaje principal debe ser descartado.]

Y os preguntaréis, ¿cuándo me presento, doy los buenos días y agradezco la invitación? Después de la introducción sí que corresponde presentarse, agradecer la invitación y enumerar los puntos a tratar. No es plan disgustar a nadie y esto es parte del protocolo habitual. Pero toca hacerlo sólo una vez estemos en la misma frecuencia, presentador y público; una vez tengamos la sartén agarrada por el mango.

Lamentablemente, sorprender a la audiencia desde el primer momento no es receta mágica para que se nos escuche ad infinitum. No obstante, sí nos asegura despertar en ella el deseo de querer escuchar lo que hemos venido a decir. Es nuestro pasaporte a la siguiente parte de la presentación para la que debemos haber hecho nuestros deberes de modo que el contenido resulte interesante y responda a la pregunta “¿por qué ha de interesarme?” (aunque  esto escapa el alcance de este artículo).

¿Y tú, cómo estás introduciendo tus presentaciones? ¿Has dicho basta a las introducciones aburridas e insulsas? Es hora de tomar el control y ganarle la batalla al teléfono móvil.

Tomado de: http://www.declamatoria.com/como-iniciar-un-discurso-y-perder-al-publico-en-el-intento/

Grabarse en vídeo: Secreto a voces para hablar mejor en público – Declamatoria

Por Sebastián Lora

“Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino?” – La bruja malvada (Blancanieves y los Siete Enanitos)

videoHablar con personas cuya opinión no está sesgada por la “maldición del conocimiento” puede ser altamente revelador. Ofrece una perspectiva fresca y libre de prejuicios sobre aquello de lo que estamos acostumbrados a tratar en el día a día profesional.

Ayer domingo, Eva, mi mujer, me hizo ver una situación tan real como la vida misma:

“Cuán bien o cuán mal creemos que hablamos en público, normalmente no se corresponde con la realidad.”

Muchos creen ser muy malos presentando cuando en realidad son bastante buenos. Otros menos creen ser muy buenos cuando en realidad son bastante malos.

En función de nuestros propios mapas mentales, nuestra manera de ver las cosas puede ser más o menos objetiva. Juzgamos situaciones a partir de nuestra propia experiencia y, en función de esos juicios, tomamos decisiones.

Pero hay un problema: Cuando hablamos en público no nos vemos.

Cuando hablamos en público podemos quedarnos con la reacción del público, con la sensación de haber hecho un buen (o mal) trabajo y con algunas ideas de cómo hacerlo mejor en la siguiente ocasión. Pero por muy analíticos que seamos y por mucha información que saquemos de la experiencia, no estamos sentados en la sala viendo nuestra propia ejecución. Es humanamente imposible.

Grabarse en vídeo es clave para la mejora continua

En Toastmasters aprendí que una de las claves para lograr un cambio drástico a mejor en mi manera de presentar es grabarme en vídeo y estudiar la grabación con ojo crítico.

También aprendí que la experiencia es altamente dolorosa y da muchísima pereza. En consecuencia, no pregono siempre con el ejemplo ya que me cuesta ver siempre los vídeos que me hago.

En mis cursos siempre he grabado los discursos de los participantes para luego enviárselos y que así puedan hacer ellos mismos el ejercicio de verse y autoevaluarse. Pero descubrí que, por lo mimos que me ocurre a mí, los participantes casi nunca los ven.

Por eso, y gracias al input de Eva, desde hace tiempo muestro en clase algunos de los vídeos grabados y comento con ellos la jugada en tiempo real. Duele pero funciona.

¿Qué ofrece la grabación en vídeo de tu presentación y su posterior visualización?

La oportunidad de entender nuestros puntos fuertes y las oportunidades de mejora.

Conocer nuestros puntos fuertes nos da pistas sobre qué debemos explotar más a menudo. Conocer nuestros puntos débiles nos ofrece información valiosa para hacerlo mejor en el futuro.

Concretamente, grabarnos en vídeo, nos permite ver con ojos críticos la manera en la que ejecutamos la presentación y cómo nos desenvolvemos frente al público teniendo en cuenta tres variables:

Cómo usamos las palabras: Si hablamos con propiedad, si usamos muletillas, si repetimos palabras indiscriminadamente.

Cómo usamos la voz: Si la velocidad, el tono y el timbre son adecuados y nos ayudan a generar confianza en el público.

Cómo usamos el cuerpo: Si el lenguaje corporal empleado es abierto, confiado y refuerza nuestra imagen como autoridad.

Insisto. El proceso es doloroso. Pero funciona de maravilla.

En el siguiente enlace al blog de mi club de Toastmasters hay publicado un extracto del vídeo de mi más reciente discurso (que incluyo más abajo). De verdad que no me gusta verme, pero habiéndolo visto y analizado cuidadosamente me he dado cuenta de algunas cosas:

Un poco más de naturalidad me ayudaría a contar historias y conectar mejor con el público. Sobre todo en la primera parte del discurso.

Me vendría bien sonreír más a menudo para caer mejor al público. Siempre que el mensaje lo permite.

Cuando me lío con el texto puedo ser redundante. Si pauso un instante más en lugar de marear iré más al grano.

Graba tu próxima presentación en vídeo. Luego dedica un tiempo a estudiarla con calma. La experiencia será reveladora y te dará información para hacerlo mucho mejor la próxima vez.

vía Grabarse en vídeo: Secreto a voces para hablar mejor en público – Declamatoria.

¿Qué puedes hacer tú ante un público cabreado? | The Speakers Lab

Por Iván Carnicero

Como con la familia, la audiencia no la eliges. Y a veces, como speaker te encuentras en una presentación delante de una audiencia cabreada.

Puede ser porque no le apetece estar allí pero su organización le obliga, puede ser porque tiene un prejuicio negativo sobre el tema del que vas a hablar. Muchas veces, es simplemente que tiene un día (o un mes) de los de estar enfadado con el universo por todos los marrones que le envía.

El lenguaje corporal de estas personas es bastante evidente. El silencio tenso en la sala también da pistas. Y la hostilidad puede ser manifestada en algunos comentarios incluso previos al inicio.

En esos casos, tu habilidad de comunicación y conexión con el público se va a poner a prueba. Aunque no hay polvos mágicos para solucionarlo–porque al fin y al cabo todo el mundo es tan libre de enfadarse como de desenfadarse- tienes una misión y no quieres echar a perder, por completo, tu presentación.

Así que, ¿qué puedes hacer tú?

Ajusta tu volumen. El volumen alto excita y el bajo relaja. Intenta no crispar con un tono más suave, no queremos que destiles confrontación porque acelerará la oposición de tu público.

Sé tan asertivo como puedas. En vez de utilizar afirmaciones rotundas e indiscutibles, introduce tus ideas con “en mi opinión…”, “según mi experiencia…” en un ejercicio de exponer y defender tus posiciones respetando las de los demás.

Si se te da bien, cuenta alguna anécdota divertida. El humor sirve para destensar siempre que no se caiga en la ironía o en los chistes que apelan a situaciones en los que los presentes puedan identificarse y tomárselo como burla.

Apóyate en tu conocimiento pero sin petulancia. Mencionar algunos hechos históricos, científicos, artísticos… según sea tu área, dará a entender que quien les habla sabe lo que dice siempre que no se entienda como una manera de marcar un nivel superior a la audiencia. Hay que medir mucho para conseguir el equilibrio.

Explica tus propias dudas en el pasado. Cosas que te hicieron cambiar de opinión. Errores que cometiste y cómo aprendiste de ellos. Eso demuestra a la audiencia que eres flexible, que eres capaz de comunicarte, de empatizar y cambiar de punto de vista.

En este caso, más que en ningún otro, despégate de tu guión. Vas a tener que estar más atento a sus reacciones para adaptar tu mensaje. Mientras estén bloqueados por su enfado les da igual lo que digas. Por eso es más eficaz dedicar tiempo a desbloquear el enfado. Aunque luego solo te quede tiempo para una idea, al menos ésa será bien recibida.

Todo esto que te he contado, si lo usas en otro contexto jugará en tu contra. Es importante saber reconocer cada situación de comunicación y adaptarte estratégicamente para conseguir los resultados que buscas. Y ante una audiencia cambiante, hacer siempre lo mismo no te va a funcionar.

vía ¿Qué puedes hacer tú ante un público cabreado? | The Speakers Lab

Así se acaba con el miedo a hablar en público

Iván Carnicero

Me piden milagros, fórmulas mágicas y recetas infalibles para triunfar en las presentaciones. Y aunque hago lo que puedo, quienes más se decepcionan son los que quieren el truco definitivo para quitarse el miedo de hablar en público.

Si hay poco misticismo en las presentaciones -por lo menos, tal y como yo las trabajo tienen más de ciencia que de otra cosa- para lo que no hay soluciones instantáneas es en el pánico escénico. Lo único que puede acabar con el miedo es ¡afrontarlo!

No hace mucho leía que un estudio confirmaba que hablar en público es para muchas personas más temido que la propia muerte. No hay problema para la mayoría de ellas que esquivan la situación a lo largo de toda su vida.

Pero la realidad es que muchos trabajos implican presentar en público con mayor o menor frecuencia. Y para ellos la cosa se complica.

Te tengo que repetir que no hay trucos, y en la guía de los 25 pasos ya te planteé una manera de superar ese terror escénico. Pero hoy te voy a dar algunos de los trucos habituales que doy a mis estudiantes.

1. Actúa con poder

La PNL nos ha enseñado que igual que lo que pensamos tiene efecto sobre nuestra expresión física el camino inverso también funciona. Si tu lenguaje corporal se muestra equilibrado, robusto y con una sonrisa de seguridad, tu psique tenderá a adoptar esa actitud.

2. Concéntrate en respirar

Una de las peores sensaciones de la ansiedad es la falta de respiración. Y es la pescadilla que se muerde la cola: si respiras mal, te pones más nervioso y si te pones nervioso respiras peor. Rompe esa dinámica con unos ejercicios de concentración, relajación y respiración.

3. No van a por ti

A no ser que seas una celebrity, olvídate. La gente no va a verte a ti, sino lo que les tienes que contar. No veas a tu público como el jurado de un talent, sino como gente interesada en tu tema. Y una buena noticia: nadie sabe más que tú sobre lo que vas a contar.

4. Céntrate en tu ponencia

Cuando estamos a tope de adrenalina se nos abren los sentidos y estamos más susceptible a cualquier estímulo. Esto nos ayuda si lo utilizamos a nuestro favor. Sin embargo podemos caer en el error de poner el foco y maximizar esos estímulos -una cara, un cuchicheo, una bombilla que parpadea…- y perder el norte.

5. Amordaza a tu crítico interno

Todos lo tenemos, tú también. Y es muy útil para reflexionar o evaluar nuestro trabajo. Pero es útil cuando toca. Y en medio de la presentación no toca. Así que hazlo callar, que cuando termines ya tendrá tiempo para dar su veredicto.

6. Ellos no huelen tu miedo

Los nervios tienen un reflejo en tu microcomportamiento, es esa parte de la comunicación no verbal tan sutil que a simple vista no podríamos analizar. Ya no te cuento si estás a más de dos metros de quienes te observan. Así que recuerda que la mayoría de las cosas que tú sientes -rubor, sudor frío, tembleques varios- ellos no lo notan.

7. Bebe agua

Uno de los clásicos. Queremos comunicarle a nuestro cerebro -sí, ése que está histérico pensando en la gran amenaza para su vida que tiene delante!- que no hay peligro, que la cosa está tan calmada que podemos darnos el lujo de pararnos a beber tranquilamente como lo hace un ñu en ausencia de leones.

El último consejo que te doy es: quédate con la energía del miedo. Hasta cuando es paralizante el miedo va cargado de tensión. Te recomiendo que no luches contra ella, trabaja para convertir esa tensión en energía a tu favor, consigue que el estrés -inevitable si estás vivo- se convierta en tu aliado.

Tomado de: http://thespeakerslab.com/miedo-hablar-en-publico/