Por Roger Prat
En ocasiones, deseamos reaccionar con agresividad ante las palabras o preguntas malintencionadas de alguien y dar rienda suelta a nuestra ira.
Hoy mismo he tenido ese impulso en el despacho de mi jefe (y no es la primera vez).
Sin embargo, esa opción, por lo general, no acostumbra a beneficiarnos en nada y, en cambio, puede perjudicarnos seriamente.
En una presentación convencional, en la que el público permanece en silencio durante tu discurso, esa posibilidad se reduce sólo al turno de preguntas y respuestas. Pero a diferencia de otros casos, la presencia de más gente en la sala hace que la habilidad de contenernos sea todavía más importante.
Caer en la malvada trampa de una pregunta con malas intenciones puede ponernos a toda la audiencia en contra. Luego…
¿Cómo podemos controlar la ira en una presentación en público?
Por lo general, para revertir este tipo de situaciones es necesario que ocurran dos cosas: conseguir apaivagar nuestro enfado, y conseguir también apaciguar a la persona que nos lanzó el dardo envenenado.
Serénate
Lo mejor para controlar tu ira es hacerla desaparecer. Calmarte. Algo fácil de decir pero no siempre evidente en caliente.
Lo mejor es respirar hondo. Una buena (o 2 o 3) respiración abdominal. Hace unos dos años y medio vimos la explicación fisiológica de por qué la respiración es fundamental para calmar los nervios y te di 10 ideas para reducir los nervios respirando durante nuestras presentaciones.
También funciona la mítica idea de Contar hasta 10 o más, según el enfado.
Y también se recomienda tener pensamientos positivos o repetirse a sí mismo palabras del estilo “mantén la calma” o “lo puedo controlar” para autoconvencerte de que puedes revertir la situación.
Todas estas ideas o recursos funcionan, pero tienen un inconveniente: necesitas tiempo para poder aplicarlas. Y cuando tu eres el centro de todas las miradas, no puedes tomarte todo el tiempo que quieras. O por lo menos no puedes hacerlo así sin más.
¿Cómo ganar tiempo ante una pregunta malintencionada?
La mejor opción, aunque no siempre es posible, es aplazar la respuesta.
Si la pregunta se desvía del tema o, directamente, no viene a cuento. O si es una pregunta que perfectamente puedes permitirte anunciar a la audiencia que se la responderás más adelante por mail, excúsate con la persona que la lanza y emplázalo a hablar de ello al terminar la presentación (o en otro momento).
Pero eso no siempre vas a poder hacerlo. Así que, ¿de qué otras formas puedes ganar tiempo?
Repite la pregunta o pide a la persona que la repita. Incluso puedes solicitar que aclare algún aspecto de la misma, aunque la hayas entendido perfectamente. Eso te dará el tiempo suficiente para respirar, contar hasta hasta 10 e incluso pensar en la respuesta.
También, según el caso, puedes extender la pregunta al resto de la audiencia. Eso también te va a dar tiempo y, además, vas a promover que quien hizo la pregunta sienta que ya no se enfrenta sólo a ti (lo que puede rebajar un poco su actitud desafiante).
Rebaja la tensión con la Técnica del espejo
Aparte de calmarte a ti mismo, es importante conseguir hacer lo mismo con la persona que te lanzó la pregunta.
Seguramente en su caso lo que experimente no sea ira (pues habrá podido pensar premeditadamente la pregunta con tiempo), pero seguramente habrá tensión e incomodidad en ella.
Una técnica que se recomienda para generar confianza con tu interlocutor es la Técnica del espejo.
Como muy bien explica Marina Fernández en un artículo, consiste en imitar los gestos del interlocutor para que al sincronizarlos con los suyos se genere un clima de confianza que rebaje la tensión.
Hay que tener la precaución de imitar sólo los gestos principales y de forma muy natural para evitar que el interlocutor se de cuenta, ya que eso sólo haría que irritarlo todavía más.